Santiago Maldonado

Santiago Maldonado

 

El 1 de septiembre de 2017 se cumplía el primer mes de la desaparición de Santiago Maldonado. Nos propususimos una acción, antes de la concentración convocada en Plaza de Mayo, previa también a la asamblea de mujeres situada en El Bolsón, que se reuniría 23 días más tarde, en el sur de la Argentina. Nos juntamos en la estación de trenes de Retiro y allí, con unos carteles con la foto de Santiago colgados del cuello, invitamos a los transeúntes a sumarse y colgarse también ellxs un cartel, preguntando “¿Dónde está Santiago Maldonado?”. Hicimos lo mismo en la línea C de subte, camino a la Plaza. La pregunta “¿Dónde está Santiago Maldonado?” se diseminaba por entonces por paredes y remeras, cerraba los documentos de cualquier índole, se viralizaba por redes sociales, irrumpía en los servicios públicos de transporte. Era una pregunta incisiva, angustiosa, que mostraba un saber -dónde se encontraba quién la formulaba- y un no-saber: el que refería a la vida y la suerte de Santiago.

La urgencia de saber cómo podía desaparecer un joven a manos de fuerzas de seguridad, en un país con la historia de la Argentina, volvía espeso el aire. Ese hedor no se disipó después, cuando en vísperas de la elección legislativa de octubre, Santiago fue encontrado ahogado en un río de la provincia de Chubut, mil y una veces rastrillado. Un río que intentaría cruzar, desesperado, sin saber nadar, con la Gendarmería Nacional a sus espaldas. Sobre el cuerpo hallado se tejieron sospechas y reclamos, pero sobre todo, se encuadró el discurso oficial, para hacer que, en este caso, la ley de causa y efecto no cuente. Santiago se ahogó, por un lado, la Gendarmeria perseguía tierra adentro y sin orden judicial a los manifestantes, por el otro. En el medio, el vacío de la impunidad y mucho festejo cínico porque finalmente Santiago apareció en un río y no en un destacamento militar.

Desde Ni Una Menos, apostamos a vertebrar una perspectiva distinta en la politización de los conflictos, inlcuso de aquellos que inmediatamente no competerían al feminismo o a cuestiones de género, como éste. Son cuerpos (todos, éste también, el de Santiago), que cuentan, enhebrados en la tradición que inauguraran las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo de búsqueda de desaparecidxs, de rechazo a la violencia estatal, de construcción democrática. En esa línea, sí femenina, quiere inscribirse Ni Una Menos. Y aún hoy reclamamos justicia por la desaparición y muerte de Santiago Maldonado. Un caso, como todos, donde la causalidad impera, y si alguien se muere en contexto de represión, perseguido por fuerzas de seguridad, el Estado es responsable. Como es responsable del asesinato de Rafael Nahuel, muerto de un tiro en la espalda por balas de calibre usadas por las fuerzas de seguridad, también en el marco de la disputa entre comunidades mapuche y transnacionales, justo el mismo día que enterraban a Santiago.