Las mujeres del mundo nos encontramos en un proceso de revolución existencial. El 8 de marzo de 2017 nos unimos para tomar una medida de fuerza: hicimos el primer paro internacional de mujeres, en una articulación transnacional, multilingüe, interseccional y heterogénea de la que participaron 55 países. Empezamos a tejer un nuevo internacionalismo. Nos constituimos como sujetas revolucionarias inesperadas a nivel global e interpelamos a todas las formas de explotación, racismo y crueldad desde una ética feminista que tiene como centro una política de la vida y no del sacrificio. Para nosotras todos los cuerpos y todas las existencias cuentan. Ponemos en práctica aquí y ahora el mundo en que queremos vivir.
Decimos Ni una menos como una contraseña de transversalidad que conjuga la música de anteriores revoluciones y la tenacidad de las luchas feministas. Pusimos a circular una forma de poder que se disemina como un virus y brota en el centro de las organizaciones políticas y sociales abriendo espacios de democratización y rompiendo discursos de la impotencia; quiebra lo doméstico como confinamiento; altera las discusiones sindicales; activa las resistencias en el ámbito de la producción y las economías populares; radicaliza las luchas contra el extractivismo y los despojos; irrumpe en las industrias del espectáculo; permea los lenguajes artísticos; pone en tensión las lenguas sedimentadas para obligarlas a nombrar existencias e identidades nuevas, y discute el control de las finanzas sobre nuestros cotidianos. Explota en las plazas y en las camas. Nada es ajeno a la revolución feminista, la marea avanza y se repliega, encuentra cauces debajo de la tierra y emerge como un temblor que suma nueva fuerza.
Nosotras paramos porque nos empuja la marea y porque nuestras rebeliones nutren la marea.
Nosotras paramos y paramos el mundo para desnaturalizar las violencias y todas las formas de explotación. Paramos contra la crueldad que toma nuestros cuerpos como botín de conquista. Paramos contra el racismo y las apropiaciones de nuestros cuerpos y nuestros territorios. Paramos en defensa de nuestras vidas y nuestras autonomías. Paramos para inventar un tiempo propio en el que nuestro deseo diseñe otra forma de vivir en la tierra.
Nuestro paro no es solo un acontecimiento, es un proceso de transformación social y de acumulación histórica de fuerzas insumisas que no permite ser encorsetada en las reglas de la democracia formal. Nuestro movimiento desborda lo que existe, atraviesa fronteras, lenguas, identidades y escalas para construir nuevas geografías que no son las del capital y sus movimientos financieros.
Contra la división sexual y racista del trabajo; contra el gobierno de las finanzas sobre las vidas; contra la producción de cuerpos y vidas desechables; contra el puritanismo con el que pretenden neutralizar nuestras experimentaciones; contra las apropiaciones neoliberales de nuestras reivindicaciones; contra el marketing violeta de las transnacionales; contra los imaginarios y prácticas machistas en los medios de comunicación; contra el punitivismo (la política del castigo por el castigo mismo) que pretende disciplinar y moralizar en nuestro nombre; contra la represión, la criminalización y la demonización de nuestras luchas: nosotras paramos.
La huelga es una herramienta que reinventamos para desarmar la trama de las violencias contra nosotras. El paro nos permite hacer un mapeo de las nuevas formas coloniales e imperiales que se ejercen contra nuestras economías y nuestros territorios. El paro nos convoca a investigar y activar las resistencias y desobediencias, la producción de formas de vida alternativas y de cuerpos rebeldes.
Nos convocamos todas nosotras, mujeres, lesbianas, trans, y cuerpos feminizados del mundo a propagar el virus de la insumisión. Nos convocamos en una medida de fuerza y un grito común para el próximo 8 de marzo de 2018: nosotras paramos.
¡Ni Una Menos, Vivas Nos Queremos!