Estamos ante una situación de crisis producida desde arriba. El gobierno acude al FMI, fomenta el endeudamiento y promueve la suba del dólar para instalar las condiciones del tarifazo y el aumento de precios. La producción de crisis es estrictamente política: es la única manera de imponer las condiciones sociales para el ajuste. En este sentido, estamos ante la producción de un escenario de disciplinamiento social por medio de herramientas de disciplinamiento financiero.
Con las protestas de diciembre contra la reforma provisional cambió el clima político. La legitimidad del gobierno empezó un sinuoso descenso; después de un año de masivas movilizaciones históricas. Las relaciones de fuerza entre movimiento popular y gobierno no permiten la radicalidad neoliberal que se pretende.
Aun así, no hay una lectura compartida desde las organizaciones sobre las fuerzas capaces de llevar adelante una inestabilidad desde abajo.
El desborde de nuevas sensibilidades y políticas hoy se concentra en el movimiento feminista, que es el que está traccionando escenarios de lucha y transversalidad que combinan ocupación de calle y problematización de las condiciones concretas de la vida cotidiana. De acá se desprende una manera nueva, por ejemplo, de pensar cómo oponernos a la deuda como bomba de tiempo y como bloqueo a nuestras autonomías (ademas de repudiar al FMI). Derramar potencia y conectar luchas es la clave de intersección del feminismo con todas las conflictividades del momento.