La lucha por la legalización del aborto nos dejó más claro que nunca la ofensiva de las iglesias contra la autonomía de nuestros cuerpos. El lobby religioso consistió en moralizar el deseo y en infantilizar las voces de quienes reclamamos por el derecho a decidir sobre nuestras maternidades. Por eso, reclamar por el Estado laico es luchar por nuestras vidas. Del mismo modo que luchar por la legalización del aborto es cuidar nuestras vidas.
Las Iglesias tienen cada vez mayor injerencia en el funcionamiento de las instituciones estatales. Mientras se usan nuestros impuestos para financiarlas, la educación y la salud pública no sólo peligran hoy por los recortes presupuestarios, sino que se usan como espacios de manipulación ideológica y anímica. Las Iglesias buscan imponer su moral en la cruzada que hacen bajo el nombre de combatir la “ideología de género”. Esta campaña postula, ni más ni menos, que el feminismo es el nuevo enemigo. Así, buscan afirmar una estructura de obediencia que nos quiere sumisas y atemorizadas como rebaños.
En el terreno de la educación, la negación del derecho a la Educación Sexual Integral (ESI) fomenta la violencia de género y finalmente el femicidio y el genocidio de cuerpos feminizados. En el área de la salud, esta injerencia genera muertes por aborto inseguro y por falta de atención médica adecuada, muertes que sirven para devaluar subjetividades y cuerpos gestantes y volvernos más explotables. Las violencias machistas se recrudecen frente al aumento de las violencias económicas y los fanatismos religiosos están siendo parte de la misma máquina de crueldad. Todas las formas de empobrecimiento y militarización de las resistencias que vemos hoy son las que efectivamente devalúan y descartan nuestras vidas.
Las iglesias llevan a cabo una contrarrevolución sexual funcional al neoliberalismo. Pero esa contrarrevolución es solo uno de los términos de un triple disciplinamiento que se impone a través del terror: al terror moral inculcado por las Iglesias, se suma la crisis como disciplinamiento financiero y la habilitación para reprimir por parte de las fuerzas armadas.
Por eso decimos: saquen sus rosarios de nuestros ovarios, y saquen sus milicos de nuestros territorios.
El terror financiero se complementa con el terror represivo. La criminalización del hambre, como vimos en el asesinato del menor Ismael Ramírez en Chaco, justifica la represión institucional y el secuestro y tortura de la docente Corina De Bonis por hacer ollas populares en Moreno, habilita el estilo grupo de tareas de la última dictadura. Ambos hechos están en línea con la persecución de la protesta social en nombre de la seguridad bajo la Doctrina Chocobar y la judicialización de la disidencia política.
Estas formas de terror intentan inhibir nuestro deseo de transformación social; buscan que aceptemos cualquier cosa por miedo a la crisis, para que no nos atrevamos a vivir otra vida y para que nos conformemos con cualquier cosa por miedo a que todo sea todavía peor.
La lucha por el estado laico, presente desde siempre en el feminismo y las luchas LGBT es, hoy más que nunca, la lucha por nuestro derecho a la salud, a la educación y a la vida que queremos vivir. La vida, el deseo y el amor están de nuestro lado. Por eso, convocamos a una medida de desacato colectivo: este 28S haremos una apostasía feminista para decidir. A la nueva inquisición que la Iglesia intenta llevar adelante le decimos: #NoEnNuestroNombre y #NoConNuestroDinero. Juntxs nos damos de baja de esa institución femicida y machista y emprendemos la lucha contra los fundamentalismos religiosos. Contra el terror y la moralina, ocupación de las calles, orgasmos y fantasía!