Desde el colectivo Ni Una Menos abrazamos a nuestra compañera Marta Dillon en el juicio por la desaparición forzada y el homicidio de su madre, Marta Taboada, entre 1976 y 1977. Junto a ella nos acuerpamos con el linaje de desobediencias de las detenidas-desaparecidas y en la pelea contra la crueldad de ayer y de hoy.
Hoy, 8F, a un mes del paro internacional de mujeres del 8M, es tiempo de desobediencia al patriarcado y a su aparato de represión estatal y para-estatal. Cuando gritamos Ni una menos, hablamos del presente y del pasado. Enlazamos luchas.
Nosotras nos referimos a la violencia machista en todas sus formas, incluyendo la violencia de una crueldad específica contra las mujeres que se aplicó sobre el cuerpo de nuestras madres políticas, las militantes de los años 70, en el contexto del terrorismo de Estado.
Sus rebeldías apuntaron a la familia tradicional como núcleo autoritario y fue el terrorismo de estado el que sistematizó con violencia el mandato patriarcal en los cuerpos de las detenidas-desaparecidas. Ese mensaje está grabado en el cuerpo de todas y vuelve como furia colectiva y deseo de justicia. Lo han afirmado recientemente las ex-hijas de represores: ellas se desafiliaron de los genocidas, evidenciando cómo sus familias eran una réplica en privado de lo que sucedía en los campos de concentración.
Desde su fundación, los organismos de derechos humanos politizaron los lazos de familia. Lo hicieron lxs H.I.J.O.S. organizando cuerpo colectivo donde había ausencia. Lo hicieron las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo socializando la maternidad, colectivizando la filiación. En esa misma línea genealógica estamos paradas nosotras con el grito común ¡Ni una menos!, a través del cual nombramos también las rebeldías de las desaparecidas y ex detenidas en la dictadura cívico-militar-empresarial-eclesial. Cuando decimos Ni Una Menos actualizamos con nuestras resistencias feministas las luchas de los derechos humanos.
Este 8M las mujeres volvemos a parar el país y el mundo.
Porque no nos reconciliamos y no olvidamos.
Porque hoy estamos ante un gobierno que se ejerce a través de la crueldad represiva, normalizadora y disciplinadora.
Porque rechazamos la impunidad que el macrismo pretende instaurar, preparando el terreno para nuevas formas de represión con las que intentan aplacar nuestras rebeliones.
Porque denunciamos el retroceso en materia de derechos humanos, el negacionismo y la escalada represiva de este gobierno que ya produjo su primera desaparición forzada con Santiago Maldonado y su primer asesinato político con Rafael Nahuel, que tiene a Milagro Sala y compañerxs de la Tupac Amaru presxs desde hace dos años, que tiene detenidxs tan solo por estar cerca de una marcha desde diciembre.
Porque nuestro primer 8M – Paro Internacional de Mujeres en 2017 fue el momento de inicio de las cacerías humanas y razzias policiales con detenciones ilegales. Porque sigue habiendo activistas procesadas por realizar acciones de difusión del paro.
Porque criminalizando la protesta pretenden disciplinarnos para que aceptemos sumisamente todos los saqueos a nuestros cuerpos y nuestros territorios.
Porque la violencia policial y represiva trabajan al servicio de las violencias económicas, laborales y financieras que se aplican con especial saña sobre el cuerpo de las mujeres.
Por todo esto, este 8M paramos y desde hoy, 8F, llamamos a desobedecer al patriarcado. Porque no estamos dispuestas a soportar más todas estas violencias. Porque la única casa de un genocida es la cárcel.
Este 8M la tierra vuelve a temblar para seguir nutriendo un mundo nuevo.